La película cuenta la historia detrás de unas fotografías en blanco y negro que tomó el periodista Danny Lyon entre 1963 y 1967.
En la década de 1930, un grupo de apasionados por las motocicletas y la rodada en carretera, formaron en McCook, Illinois, en Estados Unidos, la banda Outlaws Motorcycle Club, fuente de inspiración de la nueva película The Bikeriders del director Jeff Nichols (Take Shelter, 2011; Mud, 2012).
Tom Hardy interpreta a Johnny, el creador de este club, que en la cinta se llama Vandals de Chicago. Johnny da con la idea de formar una pandilla de motociclistas tras observar al actor Marlon Brando en la película The Wild One, y es quien funge como líder, protector y figura paterna de su amigo Benny, el rebelde sin causa de la banda, interpretado por el bien parecido Austin Butler.
Benny conquista a su esposa Kathy (Jodie Comer) luego de una noche de juerga con los muchachos, para juntos convertirse en corto tiempo en una pareja inseparable y digna de un amor que lo puede todo. Esta situación genera conflicto y desencuentros entre los dos amigos y con la propia Kathy, quien busca por todos los medios posibles, hacer que Benny deje de rodar para sentar cabeza y llevar una vida más tranquila, alejada de los viajes en carretera, las peleas con cuchillo y las borracheras.
El resto de la pandilla la integran Brucie (Damon Herriman), Zipco (Michael Shannon), Cockroach (Emory Cohen), Cal (Boyd Holbrook) y Funny Sonny (Norman Reedus), todos buenos amigos y fieles a los Vandals, el eje que los une como una familia y les otorga sentido de pertenencia. No hay razones suficientes para no apoyar o dejar se asistir a las fiestas y reuniones del club, la prioridad siempre es: la lealtad de estar y ver por el grupo, aunque eso signifique poner en riesgo la vida.
The Bikeriders y la historia real de un trabajo de fotoperiodismo
El fotógrafo estadounidense, Danny Lyon, viajó con los Outlaws Motorcycle Club de 1963 al 1967 con el objetivo de documentar el estilo de vida de estos renegados en motocicleta, y así registrar con su cámara fotográfica bellísimas imágenes en blanco y negro de esta subcultura, que quedaron inmortalizadas en el libro The Bikeriders (1968), un documento histórico de la fotografía y la cultura americana.
La película de Jeff Nichols se basa prácticamente en recrear este importante archivo visual para narrar la historia de los miembros de la banda. Esto lo hace a través de las entrevistas que hizo Danny Lyon a los protagonistas de la historia real, principalmente recuperando la visión de Kathy (Jodie Comer), quien se vuelve la voz de un espectador más, y que nos acompaña a nosotros como audiencia, a transitar por ese crudo mundo que se devela ante sus ojos.
Las fotografías de Lyon, algunas de ellas circulan en Internet, muestran la cercanía y el compañerismo de los integrantes, quienes lucen como tipos comunes pasándola bien y disfrutando de los placeres de la vida haciendo lo que más les gusta: andar en motocicleta.
La primera mitad de la cinta presenta a los personajes y retrata esta convivencia que se trasmite intencionalmente de las fotografías a la pantalla: motos potentes, chaquetas de cuero, actitud rebelde, estilos atractivos, mucha cerveza y largos viajes por carretera; sin embargo, una vez que tenemos los elementos necesarios para emprender el viaje, las problemáticas de la trama se sienten poco cercanas y contemplativas, como si estuviéramos experimentando desde la lejanía, como si estuviéramos observando un documento histórico y visualmente bello, como las icónicas fotografías de Danny Lyon.
Un viaje en motocicleta muy bien logrado
Lo que podría parecer en papel una película de acción y violencia, afortunadamente, no lo es. The Bikeriders tiene una manufactura de primer nivel, empezando por las excelentes actuaciones de Tom Hardy, Austin Butler y Jodie Comer, quienes hacen que el viaje y la experiencia valgan la pena.
Por otra parte, el sonido de las potentes motocicletas es algo que los fanáticos de estos vehículos van a disfrutar, así como también las canciones que acompañan el viaje. La fotografía y la ambientación de cada escena es un acierto durante toda la película porque nos trasladan fielmente a la época y nos hacen parte del contexto cultural, una representación bien hecha de la subcultura y la realidad sesentera estadounidense.
El acierto de la cinta es que transmite la esencia de aquellas fotografías y logra darles movimiento, respetando la calidad artística del autor para hacer una producción que no se desborda ni exagera para contar una historia que sí sucedió, y que hoy es un documento valioso.
En palabras del fotógrafo Danny Lyon sobre su libro: “Este es un registro personal que trata principalmente de motociclistas a quienes conozco y a quienes aprecio. Si algo ha guiado este trabajo, más allá de los hechos de los mundos presentados, es lo que he llegado a creer que es el espíritu de los motociclistas: el espíritu de la mano que gira el acelerador de los estruendosos motores de las grandes motos y las conduce en las pistas de carreras o a través del tráfico o, en ocasiones, hacia el olvido”.
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