La Zona de interés retrata la convivencia entre el horror y la indiferencia en tiempos del Holocausto; transmite la brutalidad sin una sola exhibición de violencia
"La creencia en algún tipo de maldad sobrenatural no es necesaria. Los hombres por sí solos ya son capaces de cualquier maldad", escribió Joseph Conrad. Una verdad como un templo, que cobra vida en el filme La zona de interés (Jonathan Glazer, Sexy Beast, Bajo la piel), a través de la representación desgarradora del mal durante uno de los períodos más crudos de la historia: el Holocausto.
Argumento de La zona de interés
La Zona de interés, inspirada en la novela homónima de Martin Amis, nos conduce a Auschwitz (Polonia), en la Segunda Guerra Mundial. Para presentarnos la vida feliz de la familia del comandante Rudolf Höss (Christian Friedel, 13 minutos), quien vive junto con su esposa Hedwig Höss (Sandra Hüller, Anatomía de una caída) y sus hijos en una casa de ensueño con jardín, flores resplandecientes, piscina con tobogán y un perro que mueve la colita de felicidad. Todo a unos metros de los campos de concentración para hacer jabón y cenizas a los judíos.
En la cinta, de A24, es espeluznante cómo conviven con naturalidad el horror y la indiferencia, pues todo queda en familia. La cámara de Łukasz Żal (director de fotografía) desentierra la falta de escrúpulos con algunas tomas que eternizan instantes como el abono del jardín de la casa con las cenizas de los campos o las botas con rastros de sangre de Rudolf.
El sonido vale más que mil imágenes
La Zona de interés eleva la incomodidad a un grado no apto para muchos a través de escenas como la conversación de Rudolf con los ingenieros sobre la implementación de cámaras de gas para ejecuciones más rápidas. Una planificación técnica de atrocidades que, a simple vista, pudiera parecer un proyecto de construcción ordinario.
Y, ¡qué decir del asco que le produce ver huesos en el río! Eso sí, su trabajo es “impecable”. La Zona de interés, no obstante, revuelve las tripas sin la necesidad de mostrar las imágenes de lo que, desde mi perspectiva, ya no tiene un calificativo, pues desafía cualquier comprensión ante semejante barbarie.
Jonathan Glazer hace un uso magistral del sonido, que habla por sí solo y vale más que mil imágenes. Durante las dos horas se siente la piel de gallina al escuchar los gritos de hombres, mujeres y niños. Hasta parece que el humo de las cámaras de gas- que contrasta con el jardín floreciente en la casa de los Höss– se impregna y traspasa la gran pantalla.
El mundo no es un jardín de flores
En definitiva, La zona de interés se suma a la lista de películas imperdibles, no solo por haber ganado dos estatuillas doradas (Mejor Película Internacional y Mejor Sonido), sino por la inteligencia en transmitir la brutalidad sin una sola exhibición de violencia y sobre todo para no hacer la vista gorda ante las atrocidades pasadas y presentes. El mundo no es un jardín de flores como el de la morada de los Höss, lamentablemente.
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