Tres historias conectadas por elementos en común dan vida a la nueva película del director griego, Yorgos Lanthimos, conocido por The Lobster (2015) y Poor Things (2023).
Kinds of Kindness, la reciente cinta del estudio estadounidense Searchligh Pictures, es una experiencia cinematográfica muy extraña que se divide en tres películas cortas: la primera narra los sucesos en la vida de un hombre que está sometido por una especie de amo quien controla su vida y todas sus decisiones personales; la segunda trata sobre la confusión que siente un policía cuando no reconoce a su pareja, una científica que reaparece después de perderse en una expedición y parece ser otra persona; y finalmente una tercera, que habla sobre una mujer obsesionada por encontrar a un ser humano que está destinado a convertirse en el líder espiritual de una secta.
Cada una de estas historias tiene a su protagonista, su trama independiente y respira su propia atmósfera bizarra y confusa. Jesse Plemons, Emma Stone, Willem Dafoe, Margaret Qualley y Hong Chau, entre otros; son los actores que van rotando en los diferentes roles, y todos ellos hacen actuaciones muy destacadas, principalmente Jesse Plemons, quien soporta cualquier ajuste actoral y se apropia de la pantalla con personalidad y talento.
Mientras transcurre la película, vamos tratando de comprender el hilo conductor o qué relación existe entre estos personajes y sus vidas; buscamos desesperados las conexiones que den sentido a todo lo que estamos viendo y escuchando, que en general, es desconcertante y poco claro, por lo que la experiencia cinematográfica se vuelve compleja y extraña.
Bajo advertencia no hay engaño en Kinds of Kindness
Si no conoces el trabajo del director Yorgos Lanthimos y éste es tu primer acercamiento a su obra, probablemente pasarás un rato incómodo y poco placentero. Esto fue lo que me sucedió a mí, a pesar de que había visto The Lobster, una cinta que me gustó bastante; pero aquí, sin investigación ni lecturas previas, me lancé al cine ilusionado por el trailer, donde aparecen grandes actores, bailes divertidos, humor negro, intriga, coches deportivos y acción acompañada al ritmo de la canción “Sweet Dreams” del dúo británico Eurythmic. ¡Un gran trailer!
Nada más alejada fue mi experiencia y durante 2 horas con 44 minutos observé una película que me dejó pensando muchas cosas y me sorprendió demasiado. La mayor parte del tiempo, la sufrí, porque no entendí lo que estaba pasando, pero dentro de ese estado surreal también disfruté escenas y momentos, como la música que me recordó a Eyes Wide Shut (1999) de Stanley Kubrick, incluso chistes y secuencias que tienen el potencial para volverse a ver con calma y bajo un análisis más detallado.
Pienso que es de esas cintas a las que el tiempo les dará su lugar, pero por lo pronto, a la crítica especializada le ha parecido buena, a secas, y el público en general simplemente no la ha disfrutado. Y es que es compleja de mirar y demasiado densa, tanto en ritmo como en diálogos y coherencia, es decir, como si fuera a ninguna parte.
Algo que me hubiera ayudado mucho a entender y mejorar mi experiencia, era saber que la película está dividida en tres partes que son prácticamente cintas diferentes dentro de la misma, literal, con créditos al final de ellas y los mismos actores interpretando personajes diferentes. Esto sin duda genera desorientación y pienso que es lo que le ha pasado y le va a pasar a muchas personas que vayan a verla. Por eso, bajo advertencia no hay engaño y me parece prudente comunicarlo porque Kinds of Kidness es incómoda y pesada.
En mi interpretación, sin haber investigado mucho y sin dar tantos spoilers, algo que conecta a las historias y permea en toda la película, es la necesidad que tienen los personajes por ser aceptados y encajar en sociedad o en sus círculos cercanos, sin importar lo que tengan que hacer para lograrlo, como un motor que los impulsa para pertenecer a algo, desesperados y faltos de identidad, sin control de sus decisiones y motivados por fuerzas ajenas, en las que es mejor creer y confiar, para no sentirse solos y abandonados en el mundo.
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