Past Lives es una historia llena de empatía y sensibilidad. Desafía la naturaleza del amor de nuestras vidas y se aleja de los clichés tóxicos de manual que abundan en el género romántico
Siempre digo que acudo a una terapia constante de cine y series. Y quiero decirles que Past Lives (Vidas pasadas), ópera prima de la dramaturga Celine Song y de A24, ha sido de las mejores sesiones que he tomado. Le hago la reverencia una y mil veces por un guion lleno de responsabilidad afectiva, que cala hasta el último hueso.
Past Lives, nominada a Mejor Película y Mejor guion original en los Óscar, es una de las representaciones más acertadas del amor y las relaciones que he visto en los últimos años. Inspirada en sus propias experiencias, la cineasta coreano-canadiense nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del amor verdadero y si nuestra media naranja está realmente destinada a ser nuestra. El tiempo, como todo en la vida, tiene la última palabra.
¿De qué trata Past Lives?
Nora, interpretada por una magnífica Greta Lee (The Morning Show), es una niña de 12 años que, como muchas familias de Corea del Sur, migran a Canadá- el país más acogedor los migrantes- en busca de nuevas oportunidades, una mejor calidad de vida y una educación más internacional. Sin embargo, esa decisión familiar deja atrás a Hae Sung (Teo Yoo, Batalla de amor), su íntimo amigo y con quien compartió los momentos más memorables de su infancia.
Doce años después, se reencuentran a través de Facebook y se abre un nuevo capítulo: la comunicación en los tiempos de Skype. Nora y Hae comienzan a hablar diariamente, a contarse sus peripecias. La conexión va mucho más allá del internet y la distancia entre Corea del Sur y Nueva York, donde reside la joven para perseguir su sueño de ser escritora. No obstante, hay prioridades y estas les impiden poder organizarse para verse en persona, pese a la química que, insisto, traspasa la pantalla.
Muchos años después, Hae decide viajar a Nueva York para, ahora sí, ver al amor de su vida, quien ya está felizmente casada con Arthur (John Magaro, Carol), otro escritor, a quien también, como a los otros dos protagonistas, queremos mucho a lo largo del relato porque todos tienen un corazón, una sensibilidad y una empatía que no caben en la sala de cine. Y, aunque el filme de Celine Song está lleno de silencios, las representaciones actorales-soberbias de pies a cabeza- transmiten una carga explosiva de emociones con tan solo una mirada.
En Past Lives los gestos son los que, como en la vida misma, hablan sin filtros, revelando los sentimientos más sinceros que las palabras no se atreven a decir.
Past Lives huye de los clichés
Pero, ¿qué pasa con el reencuentro?
Lo primero que a muchos se les puede pasar por la cabeza es que Nora y Hae se van, seguramente, a comer a besos, pero el relato va más allá de un simple Carpe Diem. Si bien el deseo y la pasión están presentes, el respeto cobra un protagonismo inquebrantable, a diferencia de una gran mayoría de películas románticas, que siguen un cliché desgastante por su poco realismo y finales más que predecibles.
Past Lives es sincera y real como pocas, lo que nos hace también protagonistas de esta historia. Inevitablemente nos vemos reflejados mientras reflexionamos sobre nuestras propias experiencias y las expectativas de la vida y el amor. Todos, en algún momento, hemos sido o seremos Nora, Hae o Arthur.
Masculinidades saludables
En este contexto, otro de los aspectos que hace de Past Lives una película indispensable y, me atrevo a decir que un manual de psicología, es la forma en que aborda la responsabilidad emocional de todos sus personajes, especialmente de los hombres. De hecho, como anécdota personal, tras ver la película, varias de mis amistades comentaron que en México, seguramente, los hombres hubieran terminado a golpes. Triste, pero cierto.
Sin embargo, Past Lives no se trata de una competencia de egos por el amor de Nora, sino que hallamos una masculinidad sana que abraza sus propias inseguridades, como se evidencia en varios diálogos de Arthur con Nora en su casa. La película insiste en cómo la madurez emocional fortalece la conexión en las relaciones, ayuda a tomar decisiones sensatas y a superar las adversidades que se presentan en el camino.
En conclusión
Past Lives es, en definitiva, un huracán de emociones que nos dejan nocaut, pero en el buen sentido. El golpe se siente enriquecedor por la autenticidad, humanidad y profundidad de la historia al alejarse de los idealismos tóxicos a los que estamos acostumbrados y que, en efecto, hacen un daño real.
El filme de Celine Song es poderoso y marca la diferencia en un mundo saturado de superficialidades. Y, por ello, pasará a la historia porque si bien se aleja del romanticismo de cabecera, encoge el corazón y mucho. El amor duele, pero la realizadora nos deja la tarea de abrazar la complejidad de las relaciones humanas porque así somos: complejos, pero con espacio para querer de una manera genuina y real, al ritmo y tiempos que la vida nos va marcando.
Por lo que, de nuevo, al que denominamos amor de nuestras vidas puede manifestarse de una forma objetiva o subjetiva. Al final, en cada giro del destino puede haber un nuevo comienzo o un eterno recuerdo y eso es Past Lives.
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